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En un pequeño pueblo rodeado de campos dorados y un río sereno, vivía una joven llamada Elena. Desde muy pequeña, había presenciado cómo la incertidumbre podía nublar la paz de su familia. Su abuelo, un hombre sabio y trabajador, siempre decía: "La vida es como un río, a veces calmado, a veces turbulento. Hay que estar preparado para ambas orillas."
Elena creció con esa frase grabada en su corazón. Cuando formó su propia familia con su esposo, Marcos, y sus dos pequeños hijos, la seguridad se convirtió en su prioridad. Quería construir un futuro donde sus hijos pudieran soñar sin límites, sabiendo que tendrían un respaldo sin importar lo que el destino les deparara. Un día, mientras hojeaba un folleto, sus ojos se posaron en un seguro de vida con devolución. La idea de proteger a su familia y, al mismo tiempo, recuperar una parte de su inversión, le pareció un faro de esperanza. Se lo comentó a Marcos, quien al principio dudó, pensando que era una preocupación innecesaria. Pero Elena, con su dulce persistencia, le explicó: "No se trata de esperar lo peor, Marcos, sino de asegurar lo mejor. Es una inversión en nuestra paz mental." Decidieron contratarlo. Al principio, era solo una póliza, un papel con números y condiciones. Pero con el paso de los años, se transformó en mucho más. Se convirtió en la base invisible sobre la que construyeron sus sueños. Los niños crecieron, y la vida, como el río del que hablaba el abuelo, trajo sus desafíos. Hubo un año en que Marcos perdió su empleo temporalmente, y la incertidumbre se cernió sobre ellos. Sin embargo, la póliza de seguro de vida no solo les ofrecía una red de seguridad, sino que también les permitió acceder a un préstamo con condiciones favorables, utilizando el valor de devolución que se había acumulado. Ese dinero les dio el respiro que necesitaban para superar el momento difícil. Elena recuerda vívidamente una tarde de verano, sentada en el porche con Marcos, viendo a sus hijos reír mientras jugaban. Se sintió una inmensa gratitud. "Gracias a ti, Elena," le dijo Marcos, tomándole la mano, "por esa 'preocupación innecesaria'. Ahora entiendo que era la mayor muestra de amor y previsión." Con el tiempo, cuando los hijos de Elena y Marcos se hicieron mayores y emprendieron sus propios caminos, el seguro de vida cumplió su ciclo. El día en que recibieron la devolución, Elena sintió una emoción indescriptible. No era solo dinero; era la manifestación tangible de años de tranquilidad, de noches de sueño reparador y de la certeza de que habían protegido a quienes más amaban. Ese dinero les permitió a Elena y Marcos hacer realidad un viejo sueño: abrir una pequeña librería en el pueblo, un lugar donde las historias y el conocimiento fluirían libremente, tal como el río que atravesaba su hogar. |
Milagros Fernández Asesor Financiero e Inmobiliario |
Busca el BIEN PARA TODOS
Mi Mansión será la casa del señor
por largo, largo tiempo -
Salmo 23
Busca el BIEN PARA TODOS

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